CRECE LA CAUTELA PARA INVERTIR

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PANORAMA GENERAL

Concluye el año y los principales indicadores continúan debilitándose, los niveles de incertidumbre se elevan y las expectativas siguen siendo pesimistas.
Los indicadores de confianza empresarial reflejan la preocupación de los directivos empresariales en cuanto a la coyuntura y lo que esperan enfrentar en el futuro.
Un ambiente de elevada incertidumbre reduce el deseo de invertir.
Un entorno de elevados costos laborales, acciones tributarias agresivas y una tramitología compleja estimula la informalidad.

CRECE LA CAUTELA PARA INVERTIR

Prácticamente concluye el año y los principales indicadores macroeconómicos continúan debilitándose, los niveles de incertidumbre se elevan y las expectativas siguen ajustándose a la baja.

Recientemente el INEGI dio a conocer los resultados de la evolución de los indicadores de confianza empresarial, los cuales reflejan la preocupación de los directivos empresariales en cuanto a la coyuntura y lo que esperan enfrentar en el futuro.

Durante noviembre estos indicadores se mantuvieron en terreno negativo en cuanto a su comparación anual, con lo que conservan una tendencia a la baja desde principios del año.

Durante noviembre estos indicadores se maEn el sector comercio, el indicador general de confianza empresarial resultó 4.5 puntos menor a su nivel en el mismo mes del año pasado, mientras que el del sector construcción disminuyó 2.6 puntos, de tal manera que en ambos casos se acumularon ocho meses ininterrumpidos con variaciones negativas. El sector manufacturero acumuló seis meses a la baja al reportar una caída anual de 2.1 puntos.

Es razonable que, en un entorno de debilitamiento de los principales indicadores macroeconómicos, la percepción de los directivos empresariales en cuanto a la situación actual y futura de la economía se mantenga en terreno negativo, como lo muestran los indicadores de confianza que recogen esta opinión empresarial.

Sin embargo, un ambiente en el que prevalecen elevados niveles de delincuencia, impunidad, débil estado de derecho y una compleja situación política interna, aunado a las discrepancias en materia de comercio exterior con los Estados Unidos y Canadá, agudizan la cautela de los directivos empresariales, que se refleja en buena medida, en su opinión respecto a si es o no un buen momento para invertir.

Los resultados de la encuesta muestran que los indicadores que recogen la opinión de los especialistas en este tema ya acumulan varios meses en terreno negativo, lo que refleja la cautela de los directivos empresariales al canalizar sus recursos para invertir.

Resalta que en los sectores comercio y de la construcción dicha cautela es mucho mayor desde principios del año, cuando comenzaron a considerar que no era un buen momento para invertir. En la industria manufacturera la cautela ha sido más moderada, aunque muestra un constante aumento a pesar del posible beneficio del nearshoring.

Evidentemente esto se relaciona con el rápido debilitamiento en la evolución de la inversión, que es el principal motor del crecimiento. De acuerdo con los resultados recientes del INEGI, durante septiembre la inversión fija bruta reportó una disminución mensual de 0.8%, con lo que acumuló dos meses consecutivos a la baja. Esto propició que en ese mes se registrara su primera caída anual (2.3%) tras 42 meses ininterrumpidos con variaciones positivas.

El mayor deterioro se observó en la inversión pública que registró una caída de 14.0%, acumulando cinco meses seguidos a la baja. Preocupa que esta tendencia se mantenga el próximo año, toda vez que en el Paquete Económico para 2025 ya se considera una caída real de 12.7% en la inversión física del sector público.

La inversión privada se contrajo 1.8% anual en septiembre, comportamiento que sin duda refleja la elevada incertidumbre dado el complejo ambiente económico y político que priva en el país.

Un ambiente como el que hemos señalado puede ser un nicho de oportunidad para la informalidad. Los crecientes costos laborales, acciones tributarias agresivas y una tramitología compleja en algunos sectores, además de una actitud permisiva de las autoridades, estimula la búsqueda de actividades que no se vean afectadas por estos factores.

Además de restarle productividad y competitividad a la economía, la informalidad inhibe notoriamente la posibilidad de que el sector público eleve su capacidad tributaria, limitando los recursos para el gasto público y coadyuvando al incremento de los niveles de deuda.

El reporte más reciente del INEGI señala que en el segundo trimestre del año, el valor agregado bruto (VAB) de la economía informal sumó 6,033.8 miles de millones de pesos a precios de 2018, lo que significó un incremento anual de 5.4%, que fue su mayor avance desde el primer trimestre de 2022. Calculado por diferencia, se aprecia que la evolución de la economía formal muestra un menor ritmo de avance con una tendencia a la baja, lo que es preocupante en un entorno en el que la economía debe fortalecer su ritmo de crecimiento para mejorar el bienestar de las familias, lo cual se logra con empleos mejor remunerados y con prestaciones sociales, que son propios de la formalidad.

No hay duda de que las autoridades tienen conocimiento de esta situación por lo que es fundamental que consideren políticas que corrijan los desequilibrios actuales y que estimulen la participación formal para un avance más robusto de la actividad productiva, sobre todo en un momento en el que el proceso de relocalización exige mayor productividad del país.

Las opiniones expuestas en esta publicación son resultado del análisis técnico realizado por los especialistas del CEESP, y no necesariamente representan el punto de vista del Consejo Coordinador Empresarial, A. C., ni de ninguno de sus organismos asociados.

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